viernes, julio 24, 2009

Explicar lo inexplicable (Acto IV)


Como si fuera una obra de teatro o una película de cine, ya van cuatro partes en esta obra de explicar lo inexplicable. El primer acto fue el 26 de octubre de 2007 cuando se nos dijo que el caso de la Sun Land era una operación inexistente, a pesar de la existencia de 19 pagarés por el monto total de US$130 millones de dólares. El segundo acto fue el 4 de junio de 2009 cuando se nos dijo que la compra de Edeeste por parte del gobierno no era una venta de acciones sino una transacción. El tercer acto fue el 24 de junio de 2009 cuando se nos expresó que la venta del 49% de Refidomsa al gobierno venezolano no ameritaba ser licitada, pues era una actividad comercial, y no del Estado.

Ayer, se celebró el cuarto acto, cuando el presidente Leonel Fernández, en medio de serias denuncias de corrupción, expresa que aunque hay debilidades, confía en que sus funcionarios no están cometiendo actos de corrupción. Incluso, se afirmó que ya no hay casos de hipercorrupción, y llegó a advertir que el que no cumpla se irá para su casa. Como siempre, muchas explicaciones de los procedimientos legales y las normativas internas creadas por el gobierno para enfrentar la corrupción. Claro, cuando el director del Departamento de Prevención de la Corrupción ofreció las estadísticas, no pudo mostrar un solo caso de sanción a la corrupción en el actual gobierno.

Solo hay que recordar que este gobierno, aunque está reelecto, tiene menos de un año. Le faltan tres años para completar su período constitucional. Pero es un gobierno viejo, por lo que las explicaciones que se dieron ayer resultarían oportunas si el gobierno hubiese estado comenzando. Pero, es todo lo contrario. La época de dar declaraciones y explicaciones terminó. Estamos en el momento en que se demanda acción para enfrentar lo que ya son actos reñidos contra la ley y la ética, ejercidos por funcionarios del gobierno.

Es como si aquí no hubiera pasado nada. Que el caso Sun Land, ni las nominillas, ni las denuncias de nepotismo, ni las cuantiosas comisiones que se ganan en distintas concesiones, ni los contratos de asesoría en diversas instituciones gubernamentales, ni las obras que se hacen sin licitación, no hubiesen ocurrido. Y se tiene la sensación de que nada ha pasado, y lo más grave, que nada pasará.

Lo interesante es que en todas estas conferencias de prensa ha habido un elemento común: Después de que las denuncias en cada uno de estos casos han sido discutidas y debatidas en la opinión pública, en muchos casos no refutadas, entra en acción el presidente Leonel Fernández tratando de cerrar estos expedientes. Nadie puede colocarse por encima de ley, y con declaraciones públicas, pretendiendo encubrir los hechos que riñen con la ley. Para eso, es que están las autoridades judiciales para investigar e imponer las sanciones correspondientes. Es un reflejo de la profunda debilidad de nuestras instituciones públicas.

Una vez más, las ruedas de prensa convocadas por el gobierno excluyen a directores de medio que han sido los protagonistas de las denuncias públicas. Y, por otra parte, el contraste del menú del almuerzo con el tema objeto de la rueda de prensa deja mucho que desear de un país que debe estar en un serio plan de austeridad, y no derrochando los recursos públicos.

Todavía falta mucho por ver.

3 comentarios:

Ricardo Oviedo dijo...

Decir el presidente Fernández que actuaría si le muestran las pruebas, no es más que una burla más a este pobre país indefenso.
Yo no tengo ninguna duda que un equipo de mafiosos dirige el gobierno y el presidente Leonel Fernández, al parecer “no lo sabe”.

Amelia Garcia Fermin dijo...

Leonel advierte que el que no cumpla se ira para su casa. Le falto aclarar excepto los que lleven por nombre Félix Bautista ó Rodríguez Pimentel.

Cesarina Castro dijo...

Cuando se apuesta religiosamente a la percepción, se llega a perder la noción de la realidad, a tal punto, que no se logra identificar su real posición en el sentir de la gente. El Presidente Fernández ya no se da cuenta dónde está la raya que divide la realidad, de lo que él mismo nos hace creer.