jueves, diciembre 16, 2010

1978, Colegio Las Américas



Ese fue el último año en el que Dilia y yo atendimos al Colegio Las Américas, en Santiago, República Dominicana. Yo concluí la primaria, y si la memoria no me falla, creo que Dilia estuvo hasta segundo grado de primaria. La razón de nuestra abrupta terminación fue el hecho de que mi padre resultó electo Senador por Santo Domingo, Distrito Nacional, Capital de la República, y tuvimos que mudarnos, a iniciar una nueva vida en la capital.

Nuestra casa en Santiago quedaba en la Ave. Estrella Sadhalá, en donde está una importante agencia de venta de vehículos, casi llegando a la rotunda de la Ave. Bartolomé Colón. El colegio quedaba en la Ave. Juan Pablo Duarte, casi al lado de Codetel. Desde mi casa, era unos 10 minutos en carro, y unos 30 minutos caminando. Cuando mis padres no nos podían llevar, nos íbamos con el jardinero, a veces caminando, y otras veces, íbamos montados en burro. Dilia y yo lo disfrutábamos. Era parte de la aventura.

Mi madre siempre atenta, daba instrucciones precisas sobre nuestra merienda, que era muy particular. Nos ponía jugo de naranja, casabe tostado, queso y huevos hervidos, pues ese era el desayuno de mis padres, y como niños al fin, queríamos lo mismo que ellos desayunaban.

El Colegio Las Américas había sido fundado en 1966 (el mismo año de mi nacimiento) por Orestes e Igna Martínez, educadores cubanos que se establecieron en Santiago. Fueron parte del exilio cubano que se radicó en Miami, a la llegada del régimen castrista en Cuba. Era un colegio al que asistían los hijos de la clase media. De Las Américas, han salido excelentes profesionales en distintos quehaceres, y personas que son reconocidas por su trayectoria moral y familiar. A Las Américas, se le unía una excelente oferta educacional en Santiago, que incluía el Colegio La Salle, el Instituto Iberia, y el Evangélico.

Las Américas cerró sus puertas a principios de los noventa. Tengo muy gratos recuerdos de Orestes e Igna Martínez, ambos fallecidos, así como de los profesores de la primaria, y lógicamente de mis compañeros de primaria, con quienes me he encontrado ya en el ejercicio de la actividad política y profesional. Los ex-alumnos tienen un grupo en facebook para mantener ese vínculo, lo cual es una excelente iniciativa.

Aún cuando hice mi secundaria en el Colegio Loyola en Santo Domingo, mis padres siempre mantuvieron relaciones con Orestes e Igna. En la foto que comparto con ustedes, están Igna y mis padres, en una visita que le hicieron a ella en su casa en Santiago, antes del fallecimiento de Orestes. Igna, siempre fue una maestra, y le guardo a ella profundo respeto y admiración.

Hoy mi padre cumple 27 días en estado de coma, luchando por vivir. Dilia y yo estamos agradecidos de la educación que tanto mi madre como él nos dieron, y nos permitieron recibir, como mucho esfuerzo y sacrificio.

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