martes, junio 02, 2009

Lula, ¿Presidente del Banco Mundial?


Ya comienza a salir a la luz pública parte de lo que fue el primer encuentro entre los presidentes Barack Obama y Lula el pasado mes de marzo: El presidente Obama quiere que Lula sea el próximo presidente del Banco Mundial. La noticia ha tenido su origen en la edición impresa de la revista económica brasileña Exame. Hasta el momento, no ha sido desmentida por el gobierno americano ni por el gobierno brasileño.

Lula, que ha dicho que no se presentará a un tercer mandato, termina su actual período en el 2011, lo que indica que es muy probable que pueda ocupar la presidencia del Banco Mundial. Ha sido una tradición desde que se firmaron los acuerdos de Bretton Woods en 1944, que dieron lugar al nacimiento del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, que, dada la composición y la estructura de ambos organismos, que la dirección del FMI siempre le ha correspondido a Europa, y que la presidencia del Banco Mundial, le ha correspondido a Estados Unidos.

La crisis global, con la recesión, ha obligado a replantear este sistema injusto de reparto de los poderes en estos organismos multilaterales. Hasta el día de hoy, en el Banco Mundial, los votos que tienen los países es de acuerdo a la suscripción de capital que a su vez es proporcional a la riqueza de cada país. Así los países desarrollados siempre controlarán el destino de estos organismos de financiamiento. Por ejemplo, Estados Unidos de América controla el 16.39% de los votos; Japón, 7.86%; Alemania, 4.49%; Francia, 4.30%; Italia, 4.30%; y Gran Bretaña, 4.30%. En contraste, 24 países africanos juntos tienen solo el 2.85%. La injusticia en su máxima expresión.

El momento para Lula sería muy oportuno. Conociendo su visión y extraordinario liderazgo, solo aceptaría la Presidencia del Banco Mundial, si se cambian las reglas de juego, particularmente la de la representación, y se acepta que se amplíe el esquema de toma de decisiones, no sobre la base de la riqueza de los países, sino sobre la base de la participación igualitaria del resto de las naciones del mundo. Solo así, podría Lula implantar una serie de reformas hacia lo interno del Banco Mundial, y convertirlo efectivamente en una herramienta efícaz de lucha contra la pobreza.

También, Lula debe vincular este gran paso a que Brasil tenga un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidos. Una doble jugada, con un movimiento de fichas.

Así, la diplomacia brasileña humanizará y calentará los fríos despachos de quienes deciden el destino de la reducción de las desigualdades en el mundo.

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