Siempre he dicho que la política es la mejor disciplina para conocer a los seres humanos. Es muy propensa a exponer a quienes la ejercen a muestras de oportunismo, de ingratitudes y de deslealtades. Y pasa en todas las democracias del mundo, e incluso, hasta en las dictaduras. El poder es así. Embriaga, emborracha, y es necesario tener alto sentido de los valores que forjan a una persona, como la gratitud, la lealtad y la humildad. Cuando estás en el poder, todos son amigos. Cuando estás en la desgracia política, muy pocos expresan su amistad. Eso se vive por estas latitudes, quizás por lo caribe del mar que nos rodea.
Desde la primera guerra del Golfo Pérsico, siempre le observaba por las noticias. Su inglés perfecto. Todo un diplomático. Era entonces el ministro de relaciones exteriores. Para la segunda guerra del Golgo Pérsico, esto es la invasión de Estados Unidos a Irak, ya él era el vice-primer ministro. Era la cara hacia el mundo. Un político astuto y hábil. Su único pecado fue que su jefe era Saddam Hussein. Siete años después, Tariq Aziz ha dado su primera entrevista, e independientemente de que se esté o no de acuerdo con sus conceptos, y lejos de haber sido hoy un oportunista o un ingrato, está demostrando lo que es la lealtad, un valor que escasea en este mundo. Y lo demuestra cuando asevera que en prisión no puede hablar mal de quien era su superior y su amigo, que cuando esté libre, en libertad, lo puede hacer. Ese es el precio de la lealtad.
Formidable primicia de The Guardian. El contenido de la entrevista es de primera. Y la foto actual de Aziz demuestra que los años pasan.
viernes, agosto 06, 2010
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