miércoles, septiembre 24, 2008

El perro de 12 millones de dólares



No se trata de una película. Es un hecho de la vida real, que retrata las excentricidades de las personas.

Hace varios días, viendo a Anderson Cooper en CNN, me enteré del caso suscitado con el Fideicomiso de la señora Leona Helmsley. Luego, leí el excelente artículo publicado en The New Yorker, de la autoría del abogado Jeffrey Toobin.

A su muerte, la señora Helmsley dejó un fortuna de ocho billones de dólares, de los cuales destinó la suma de 12 millones de dólares en un Fideicomiso exclusivamente para el cuidado de “Trouble”, su mascota que es un perro maltes (la mascota que esta en la foto que comparto con ustedes). Este Fideicomiso fue creado el 16 de septiembre de 2003, y luego modificado por ella el 1 de marzo de 2004, estableciendo claramente que esos valores solo podían destinarse para el cuidado de “Trouble” y para “el cuidado de perros”.

Las asociaciones y movimientos por los derechos de los animales están felices por este Fideicomiso, y por lo que dice Toobin en su articulo, existe todo un tinglado de abogados y de asociaciones que se han especializado en fideicomisos para animales.

Para los que estamos acostumbrados al derecho francés, designar “animales”, en vez de “personas”, como beneficiarios de testamentos es difícil de entender. Pero, en el derecho anglosajón, el “Fideicomiso” es bastante común, aunque es raro, al menos por el momento, ver fideicomisos para animales. Aclaro que el “Fideicomiso” no existe en las leyes dominicanas.

Es muy probable que “Trouble” no se haya dado ni cuenta que su ama, la señora Helmsley murió. Pero lo que sí estoy seguro es que hay mucha gente que se esta beneficiando del cuidado de “Trouble”.

Para los que no conocen o conocieron a la señora Helmsley, ella era una persona muy conocida en la sociedad de New York, casada con un desarrollador de propiedades inmobiliarias, y fue la cara pública del famoso Hotel Hemsley, ubicado en el centro de la Gran Manzana. Según las crónicas de prensa, no era una persona que tuviera labores de caridad a favor de ninguna causa humana.

Como nota final, no deja de llamarme la atención un tema recurrente cuando uno analiza estos casos. ¿Dónde esta la felicidad en este tipo de personas?¿No es mejor donar esos 12 millones de dólares a causas como la lucha contra el SIDA o el cáncer?

Respeto a quienes piensen lo contrario. Pero, definitivamente, hay injusticias, y esta es una de ellas. No me perdonaría permanecer indiferente.

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