martes, diciembre 08, 2009

Presidente Frei, envenenado por la dictadura

Todos los crímenes son terribles y perversos, y demuestran la miseria humana de sus autores materiales e intelectuales. Pero, uno de los peores crímenes es através del método del envenenamiento, pues sus autores engañan, no dan la cara, se esconden, y solo através de las mejores técnicas investigativas se descubre la verdad. Es lo que ha pasado con el presidente Eduardo Frei Montalva, quien gobernó Chile entre 1964 y 1970, y que falleció en 1982, luego de haber sido intervenido por una hernia. Ayer, un juez acaba de procesar a seis personas por envenenar al presidente Frei.

¿Cómo lo hicieron?

El fallecimiento de Frei "fue ocasionado por la introducción paulatina de sustancias tóxicas no convencionales (...) y por la ocurrencia de diversas situaciones anómalas, que pudieron ser disimuladas como inadvertencias o negligencias que paulatinamente deterioraron su sistema inmunológico y facilitaron la aparición de bacterias oportunistas (...) que resultaron ser la causa final de su muerte y dieron la apariencia de que su deceso ocurrió por complicaciones derivadas de las intervenciones quirúrgicas a que fue sometido, haciendo imperceptible la intervención de terceros".

Aquí sigue la crónica.

Desde el punto de vista político, no hay que olvidar que Frei Montalva, para 1982, denunciaba las violaciones de los derechos humanos en la dictadura de Pinochet, quien solo se limitó a esperar una circunstancia como ésta, la de una intervención quirúrgica, para acometer este crimen. Sin lugar a dudas, Pinochet y todos sus secuaces demostraron que no tenían valor para dar la cara ante sus abusos y crímenes. Hubo que esperar 27 años para descubrir la verdad en este caso.

Por último, algunos han querido hacer coincidir esta decisión judicial con el hecho de que, dentro de cinco días, Chile celebra sus elecciones presidenciales, en las que Eduardo Frei, hijo de Frei Montalva, es Candidato Presidencial. Creo que quienes así piensan cometen un error táctico. Contra el deseo de justicia, nadie puede cegarse. Una cosa, nada que ver con la otra.

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